17/6/11

Aquellos días en Nueva York


Borges y su obsesión por los tigres. Allá él con sus felinos sobredimensionados. A mí me alcanza, de momento, para gatos.

Fermín se llamaba el que tuve que cuidar y alimentar en Nueva York, el año 2002, a cambio de una estadía de algunos meses en el apartamento de una amiga, a pocos minutos de Times Square, con todo a mi disposición, mientras ella iba de vacaciones al Caribe.

No era mes de gatos, ni de celos, pero algo había en el ambiente del puente de Brooklyn, cierta mañana ya casi llegando al mediodía. Tal vez era la elusiva y sinuosa influencia de Fermín, pero lo cierto es que ese día me pareció ver a una linda gatita. Esperaba a un amigo en el puente. Ella miraba con insistencia, y yo por supuesto correspondí y agregué miradas y palabras de spot publicitario a la escena, ya sabes, el galán que se aproxima y serpentea como un felino sobre su presa.

Allá Borges con sus tigres. Pero hay gatitas en la vida, yo no sé.

Lo que pasara después, pregúntenselo a Fermín.

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