Abrazado a un barreño de plástico Tariq siente que el estómago intenta salirle por la garganta. Sin fuerzas para limpiarse las babas y los restos de bilis deja caer la cabeza sobre el suelo del camarote, entre las cajas de pepinos, los yogures y los refrescos que ruedan de un lado a otro. Y desea que la tormenta devore al barco. Desea desaparecer.
En ese momento una imagen viene a su mente: él de niño corriendo por una dehesa con una caja de galletas Artiach vacía en la mano. Tropieza y cae. Está solo y siente mucho dolor. Llora. Entonces nota una mano en el hombro, levanta la vista y ve a una niña de ojos verdes inmensos que le pregunta ¿Estás bien?
Nunca antes había visto a esa niña.
En medio del Cabo de Hornos, Tariq puede sentir el olor de las jaras y la hierba mojada, la caja de galletas vacía en la mano.
Sólo entonces, con la cara apoyada en un charco de vómito y atravesado de pies a cabeza por un recuerdo de infancia, Tariq es consciente de que nunca jamás encontrará el camino de regreso a casa.
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ResponderEliminarPara los fetichistas de Joyce,
ResponderEliminarLos admiradores de Joyce tuitearán su "Ulises" en el aniversario de la novela.