22/5/11

Jarabe contra la impaciencia


Había que seguir, quería continuar, pero cómo. Instrucciones: detenga a tiempo la escena del hombre que corta la lata de cocacola con un cuchillo, utilizando la función "stop", y luego "rewind". He ahí el mejor puñal para dirigir al centro de esa imagen y clavarla en una pantalla, en la pared, en sus sueños o pensamientos, donde usted quiera. Si no encuentra la escena aquí, vaya más abajo y lea el post titulado "Grigori".

La ansiedad por seguir va entonces a la inversa. La impaciencia por decir. La impaciencia de los hechos y personas que a cada paso te interrumpen y requieren opiniones, decisiones, palabritas, manifiestos, adherencias, aprobaciones, réplicas. Una ventana, y luego otra y otra, y haga clic aquí, diga sí, diga no, diga no sé, vuelva a hacer clic, salga, vuelva a entrar, confirme su contraseña, respóndeme el email, escriba, escriba, exhiba, publique con nosotros, sincronice sus palabras en nuestros altavoces, pero respóndeme el mensaje, dime algo por favor. Se me olvidó la contraseña.

Felizmente, todavía queda cocacola en la lata. Pero la mezcla entre matemáticas y poesía, el efecto inflacionario que producía en mi ego la posibilidad de hallar el vínculo entre cuántica y cosmología, la aparición de cierto manifiesto en pro, y de inmediato otro en contra, y luego uno en contra del contra, y después otro apoyando el primer contra en contra del pro, y, por último (sí, por favor, acaba ya), mi indecisión estética ante estos manifiestos, sea del lado de la experiencia o del lado experimental, de la física newtoniana o de los universos de "n" dimensiones, provocaron en mí la firme determinación de entregarme sin piedad a la práctica de actos completamente pueriles.

Ya que me gusta tanto el yogur, se me ocurrió mezclarlo con cocacola. Cualquier escritura que a partir de ahí se pretendiera, tenía que estar a la altura de las probables virtudes de tal brebaje. Por un lado, me ceñía a la experiencia (comer yogur); aunque por otro, me arrojaba a los abismos de la experimentación (mezclarlo con cocacola). Una escritura distinta, como mezclar yogur con cocacola, como pillar aquella partícula tan escurridiza que te abriría las puertas (otros prefieren ventanas) a los vacíos interestelares, libre ya de ortopedias verbales, sin temor a un posible cadalso. Una escritura como trinos de pajaritos con dolores de muelas.

La clave está en las neuronas, acelerar a fondo el motor de las neuronas. El jogo bonito de las neuronas, o una jauría como de dóbermans al interior de la cabeza: la neuroderiva.

La película sigue rebobinando, hasta que se detiene automática y misteriosamente en una escena donde hay una chica que, en medio de la multitud de una gran manifestación, alza un cartel con el siguiente mensaje: "Yo no soy antisistema, el sistema es anti-yo".

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